guardo mi mirada desde la lejanía.
El calor que le diste a un alma
atrapada en sí misma,
permitiéndole volar lejos de sí.
Fiel reflejo del puente de nuestras vidas.
Una lluvia de pétalos
rozando nuestra piel
y, por un instante,
nos envolvió con sus caricias.
Despertando embriagados
con la mirada perdida en la realidad.
Y el abrazo de lo imposible
nos dejó con un suspiro en el alma.